Cuando hablamos de Jesús Olasagasti siempre le recordamos como "pintor de retratos" y de esta temática nos ha dejado obras magistrales merecidamente alabadas por diversos críticos de arte como Ramón de Faraldo, Llano Gorostiza, Luis de Castresana, Lafuente Ferrari y otros. Pero Olasagasti también fue uno de los personajes más populares de la intensa vida cultural que se vivió en San Sebastián en los años treinta, y que no solamente se dedicó a la pintura, sino que tuvo un protagonismo importante en todos los acontecimientos que se realizaron en la ciudad.Gonzalo Manso de Zuñiga 1951 (Óleo sobre lienzo 81 x 65 - Museo San Telmo, Donostia Kultura)
Dtor. del Museo de San Telmo
Dtor. del Museo de San Telmo
En esta época frecuentó el estudio de los arquitectos Aizpurúa y Labayen, y con Carlos Ribera trató de hacer realidad una revista literaria. En estos años se relacionó con Sánchez Mazas y Gregorio Marañón, conoció a Giménez Caballero y a Eugenio Montes y fue amigo de Camilo José Cela.
Como artista fue quien mejor recibió la experiencia poscezanniana de Vázquez Díaz al tratar de aplicar el cubismo a la figuración como lo estaba haciendo en Vizcaya Aurelio Arteta, dentro de la corriente geometrizante que estuvo vigente en el periodo de entreguerras europeo. Olasagasti formó parte del grupo de pintores guipuzcoanos que desde los años veinte hasta la guerra civil pintan con un lenguaje moderno, lo que supone en la historia de la pintura vasca el eslabón entre la pintura etnográfica del periodo precedente y la pintura de vanguardia de los años treinta, " y ¿por qué no decirlo? de borrón y cuenta nueva" como dijo Flores Kaperotxipi con respecto a la pintura anterior. Jesús Olasagasti es uno de los pintores que fueron a París en busca de otras corrientes modernas deseosos de liberarse del realismo costumbrista, y que más se aproximaron a la vanguardia europea aunque atenuando sus avances estéticos.
Futbolistas en la playa 1954 (Óleo sobre lienzo 60 x 48 - Patrimonio Artístico Kutxa)
Los sucesivos premios en las Exposiciones Noveles y la diversidad de sus primeros momentos hicieron ver en él a la nueva promesa de la pintura vasca, pero después de la Guerra Civil el único lenguaje pictórico posible era la figuración y eligió el retrato como pintura de supervivencia.
Amigo de sus amigos, gran conversador, ingenioso e irónico, liberal y tolerante. Sus contradicciones, quizás un éxito precoz, o el dedicarse a una pintura acomodaticia que en el fondo no le complacía, le hicieron abusar del alcohol, lo que fue minando su salud y precepitó su muerte acabando prematuramente con su carrera artística.


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